Si entendemos el transporte como el desplazamiento de personas y mercancías de un punto a otro mediante el uso de un vehículo, inmediatamente llegamos a la conclusión de que para una nación es un factor de gran importancia.
La primera asociación lógica que hacemos con este concepto tiene que ver con la economía. Sin una red eficiente y con diferentes tipologías o modos (carretera, ferrocarril, aéreo, marítimo y por tubería) la productividad de un país puede verse comprometida.
El estado invierte anualmente miles de millones en ejecución de nuevos tramos de autovías, autopista, líneas de alta velocidad, puertos marítimos, nuevas terminales aéreas, etc. De hecho el presupuesto del Ministerio de Fomento para 2.011 es de 13.626 millones de euros. Esta gran inversión conlleva, entre otras cosas, incrementar el rendimiento económico de un país.
Lo explicaré de otra forma: Todos y cada uno de los productos que llegan a nuestras manos han sido transportados, y su precio final se ve influido por ese coste, el cual presenta una media del 10 % sobre el coste total del producto.
Si somos capaces de mejorar nuestra red de transportes seremos económicamente más eficientes, tanto dentro del propio país, como compitiendo internacionalmente. El incremento del rendimiento del transporte se puede realizar de varias formas:
- Potenciando la eficiencia de la infraestructura: es competencia de la Administración.
- Realizando un mantenimiento correcto de las infraestructuras: es competencia de la Administración.
- Potenciando la eficiencia de los medios de locomoción: controlado por el mercado (oferta-demanda), pero es posible regularlo por la Administración mediante la aplicación de nuevas normativas.
Como todo, también tiene su lado amargo. El transporte es una actividad que presenta grandes costes sociales y ambientales como problemas acústicos, contaminación, accidentes, etc. Aumentar su eficiencia implica por lo tanto reducir estos “daños colaterales”. Es más, no deja de ser otra forma más de reducir nuestra “Huella ecológica”.
Toda gestión ambientalmente responsable tiene que tratar de reducir sus daños derivados, a la vez que trata de aumentar su eficiencia. No obstante, no debemos olvidar que el transporte no es un fin, sino un medio.
Como apunte final, me gustaría destacar que actualmente nos encontramos en el “Plan de acción para la eficiencia energética (2.007-2.012)”, en el cual se prevé la reducción del 26 % de la energía utilizada para transporte en el año 2.020. Aún así no deja de ser un plan generalista, conservador y que fija un objetivo, pero sin ni siquiera mencionar un medio plausible para conseguirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario